miércoles, 28 de mayo de 2014

Detrás de cada Te Quiero. Continuación

El sexo es sexo a final de cuentas. Llega un momento en que todos somos sólo animales, un momento en que sólo nos importan las sensaciones placenteras que nuestro cuerpo está a punto de experimentar, a veces hay que malear los medios, otras, simplemente podemos pedirlo y allí está. En la palma de la mano, la única palabra que todo el mundo entiende claramente: Sexo. Excepto yo. El sexo tiene innumerables significados desde mi guarida; lo mismo que un beso en la mejilla no es igual a un beso en los labios, el sexo para mí no es lo mismo por las noches, las mañanas, las tardes o las madrugadas; tampoco es igual cuando es en sábado, lunes o martes. Probablemente parezcan absurdas mis comparaciones, mis diferenciaciones pero son ciertas. Ante la plática a una amiga de mi último encuentro sexual, al final sólo pregunto: ¡Y luego! ¿Qué se hace después? Te levantas y te vas, pensé, pero sólo suspiré.

¿Qué se hace después? Todo depende de qué se hizo antes. Casi a los doce años de edad, llevaba ya casi cuatro años de relación incestuosa con ese tío, mi corazón ya se había roto un par de veces: primero cuando supe que tenía novia, después cuando esa novia tuvo una hija, antes cuando me indujo un aborto y no lo comprendí hasta varios años más tarde. Esas verdades fueron cambiando mi concepto del amor y la pareja. El golpe fatal vino un par de meses más tarde, cuando todo en casa salió a la luz y para muchos, por no decir que todos, yo fui la mala del cuento. Lo tuve frente a frente, esperando escuchar un te quiero, un no te preocupes yo lo resolveré o cualquier frase que demostrara el supuesto amor que me había sexuado desde hace cuatro años atrás. Eso no ocurrió, frente a mí estaba un rostro que no se atrevía si quiera a mirarme, un rostro frío que miraba indiferente hacia un lado, y la única frase que de su boca salió fue: ¿y ella? La grandiosa respuesta ante la ira de mi padre y el deseo de que se largara de la casa, ¿y ella?

¿Y yo? Una pregunta que llevaba implícito la solicitud de un castigo por igual, que en el trasfondo preguntaba ¿Por qué he de ser yo quien se marche? ¿Por qué no ella? ¿Por qué no apedrear a la prostituta? Todo el amor que creía cierto, toda la confianza plena depositada en él, todas las certezas se esfumaron bajo mis pies quedando al descubierto una inmensa confusión, ¿Qué estaba ocurriendo allí? ¿Por qué todos estaban tan molestos? ¿Por qué no podíamos querernos? Pero sobre todo, comprendí que él no me amaba, que lo que hubo entre los dos estaba sólo en mí y que como ganancia él había tenido mucho sexo durante cuatro años. ¿Qué se hace después? Agarras lo que te quede de dignidad e intentas reconstruir los pilares básicos de la vida.

Algo similar pasó con Víctor, ambos teníamos la misma edad, casi doce años, todo esto ocurrió paralelamente casi. Debido a mi cada vez más fuerte rebeldía en la escuela, a varias escapadas con el novio, y a que ese novio me doblaba la edad; mis padres se vieron orillados a enviarme una escuela decente. Allí conocí a Víctor, un chico alegre, guapo, de un tono moreno encantador, con ese brillo en la piel y en la mirada que gritan “tócame” y yo no pude resistirme a su llamado. Casi de inmediato comenzamos a ser novios, era un novio de verdad, platicábamos, en el receso estábamos juntos y de vez en cuando nos escapábamos entre clases a los sanitarios.

Fue el primer pene que por mi propia cuenta coloqué en mi boca. Fue la primera boca que con mi permiso lamio mis pezones. Con Víctor conocí el jugueteo de fingir que nada se sabe acerca del sexo, el fingir ser virgen, el placer de pervertir a otro y el encanto de ser seducida una y otra vez por una sonrisa y unos labios que saben cómo y dónde besar. Luego, resulto que mis muestras “sexuales” de afecto no fueron suficientes, o tal vez mal entendidas. Yo le daba cariño y él pensó que yo era una fácil, honestamente sigo sin comprender la diferencia, pero como les decía, yo no entiendo mucho del idioma de las personas.

Para mí, al menos entonces, permitir que tocara mi seno y luego lo succionara lentamente con sus labios quería decir que estaba profundamente enamorada de él, cada vez que lo abrazaba le decía te quiero en esa entrega, y si aceptaba chuparle el pene era porque pensaba que así le demostraba lo importante que era para mí. Era lógico, eso había aprendido a lo largo de cuatro años de relación con mi tío. Luego me di cuenta que no era ese el lenguaje que utilizaban a mi alrededor. Para todos los demás eso era ser una fácil o una puta, que para el caso es lo mismo. Víctor terminó yéndose con la chica más lista del otro grupo, no porque yo no lo fuera también, pues era la primera de mi grupo, sino porque ella no le dejaba hacer nada más allá que tomarla de la mano y de vez en cuando darle un abrazo… ¿Qué se hace después? Aprendes y te sigues tropezando.

1 comentario:

  1. Cada entrada que leo me deja con la boca abierta y con una cara de no-sé-qué, nunca he visto mi cara pero creo que me veo sorprendido y conmovido y anonadado, esa es la palabra, me deja anonadado.
    Esta historia vuestra es impresionante, Suspiros.

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