El sexo es sexo a final de
cuentas. Llega un momento en que todos somos sólo animales, un momento en que
sólo nos importan las sensaciones placenteras que nuestro cuerpo está a punto
de experimentar, a veces hay que malear los medios, otras, simplemente podemos
pedirlo y allí está. En la palma de la mano, la única palabra que todo el mundo
entiende claramente: Sexo. Excepto yo. El sexo tiene innumerables significados
desde mi guarida; lo mismo que un beso en la mejilla no es igual a un beso en
los labios, el sexo para mí no es lo mismo por las noches, las mañanas, las
tardes o las madrugadas; tampoco es igual cuando es en sábado, lunes o martes.
Probablemente parezcan absurdas mis comparaciones, mis diferenciaciones pero
son ciertas. Ante la plática a una amiga de mi último encuentro sexual, al final
sólo pregunto: ¡Y luego! ¿Qué se hace después?
Te levantas y te vas, pensé, pero sólo suspiré.
¿Qué se hace después? Todo
depende de qué se hizo antes. Casi a los doce años de edad, llevaba ya casi
cuatro años de relación incestuosa con ese tío, mi corazón ya se había roto un
par de veces: primero cuando supe que tenía novia, después cuando esa novia
tuvo una hija, antes cuando me indujo un aborto y no lo comprendí hasta varios
años más tarde. Esas verdades fueron cambiando mi concepto del amor y la
pareja. El golpe fatal vino un par de meses más tarde, cuando todo en casa
salió a la luz y para muchos, por no decir que todos, yo fui la mala del
cuento. Lo tuve frente a frente, esperando escuchar un te quiero, un no te
preocupes yo lo resolveré o cualquier frase que demostrara el supuesto amor que
me había sexuado desde hace cuatro años atrás. Eso no ocurrió, frente a mí
estaba un rostro que no se atrevía si quiera a mirarme, un rostro frío que
miraba indiferente hacia un lado, y la única frase que de su boca salió fue: ¿y
ella? La grandiosa respuesta ante la ira de mi padre y el deseo de que se
largara de la casa, ¿y ella?
¿Y yo? Una pregunta que llevaba
implícito la solicitud de un castigo por igual, que en el trasfondo preguntaba
¿Por qué he de ser yo quien se marche? ¿Por qué no ella? ¿Por qué no apedrear a la prostituta? Todo el amor que creía
cierto, toda la confianza plena depositada en él, todas las certezas se
esfumaron bajo mis pies quedando al descubierto una inmensa confusión, ¿Qué
estaba ocurriendo allí? ¿Por qué todos estaban tan molestos? ¿Por qué no
podíamos querernos? Pero sobre todo, comprendí que él no me amaba, que lo que
hubo entre los dos estaba sólo en mí y que como ganancia él había tenido mucho
sexo durante cuatro años. ¿Qué se hace después? Agarras lo que te quede de
dignidad e intentas reconstruir los pilares básicos de la vida.
Algo similar pasó con Víctor,
ambos teníamos la misma edad, casi doce años, todo esto ocurrió paralelamente casi.
Debido a mi cada vez más fuerte rebeldía en la escuela, a varias escapadas con
el novio, y a que ese novio me doblaba la edad; mis padres se vieron orillados
a enviarme una escuela decente. Allí conocí a Víctor, un chico alegre, guapo,
de un tono moreno encantador, con ese brillo en la piel y en la mirada que
gritan “tócame” y yo no pude resistirme a su llamado. Casi de inmediato
comenzamos a ser novios, era un novio de verdad, platicábamos, en el receso
estábamos juntos y de vez en cuando nos escapábamos entre clases a los
sanitarios.
Fue el primer pene que por mi
propia cuenta coloqué en mi boca. Fue la primera boca que con mi permiso lamio
mis pezones. Con Víctor conocí el jugueteo de fingir que nada se sabe acerca
del sexo, el fingir ser virgen, el placer de pervertir a otro y el encanto de
ser seducida una y otra vez por una sonrisa y unos labios que saben cómo y
dónde besar. Luego, resulto que mis muestras “sexuales” de afecto no fueron
suficientes, o tal vez mal entendidas. Yo le daba cariño y él pensó que yo era
una fácil, honestamente sigo sin comprender la diferencia, pero como les decía,
yo no entiendo mucho del idioma de las personas.
Cada entrada que leo me deja con la boca abierta y con una cara de no-sé-qué, nunca he visto mi cara pero creo que me veo sorprendido y conmovido y anonadado, esa es la palabra, me deja anonadado.
ResponderEliminarEsta historia vuestra es impresionante, Suspiros.