sábado, 10 de octubre de 2015

Intermedio









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El desamor como principio básico de mi existencia, o de la Existencia, así, con mayúscula…qué soberbio universalizar un sentimiento, mas subrayo que hoy me vivo así, con un cielo gris, día lluvioso y frío dentro y fuera de mi cuerpo, y si mi interior por fin coincide con el afuera ¿qué de raro tiene el pensar que el universo todo coincide hoy con mi alma?

¿Qué de extraño hay en ver tras el espejo a la niña-mujer-varón víctima-victimario ahogando el grito de dolor en un beso? No es tan difícil comprender que no hay línea divisoria cuando el límite soy yo, una masa oscura, amalgama perfecta de cuerpos inconclusos, con parches de piel y los mismos ojos.


Es quizá lo terrorífico, los mismos ojos, condenados a perpetuar en un círculo vicioso el poder-dolor-distoamor; encerrados en un cuerpo capaz de mutar, de doblarse sobre sí mismo para atrapar o liberar atrapando; pero los mismos ojos siempre, ¿de quién serán? ¿A quién corresponden los ojos de un cuerpo distorsionado, de una mente perversa envuelta en un caparazón líquido? ¿Será la niña, será la mujer-varón o son los ojos del monstruo que sólo dentro quedó incapacitado para dañar?



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miércoles, 22 de abril de 2015

Un espejo de agua


Siete años…es decir, ¿qué importa la edad? Eran siete años de diferencia entre una y otra, ¿parentesco? ¿También importa? En esta historia perversa lo único constante es la desviación estándar hacia lo prohibido; déjame narrar primero la historia, ya al final…insisto, no importa.

Vuelvo a iniciar, siete años de diferencia en edad la separaba de mí, ella era menor, una criatura pura, inocente y que hasta la fecha suele llenar cualquier habitación con una calma absoluta; admitamos que eso sólo lo logran las almas que no han hecho mal alguno a ningún ser vivo, ella es así.

¿Sabes? Los terapeutas insisten en que entre más pequeño sea un niño que sufre un trauma de origen sexual, tiene mayor posibilidad de una recuperación completa; y también hacen una especie de clasificación de “gravedad del trauma”, vinculado a si la víctima es hombre o mujer, si el agresor es hombre, mujer o burro y qué parentesco existe entre ambos; eso, junto con los “recursos propios” de la víctima y el contexto (apoyo/reacción) familiar, determinan en gran medida el “pronóstico del tratamiento”. Repetidas ocasiones en mi vida he pensado, ¿qué de todo eso necesitaba yo para tener un “buen pronóstico? De entrada, la terapia en sí. Hoy siento pesar en mi alma y me duele no mi historia, si no la historia, porque mía, mía, sólo lo es ahora, en ese entonces muchas hebras las tejieron otros.

Así, yo tenía alrededor de 9 años, recuerda que el tiempo como tú lo entiendes no va conmigo; pero te estoy hablando de esa época de mi vida en la cual ya estaba siendo erotizada pero mi hímen seguía intacto.

Tenía poco tiempo cuidando de ella, jamás daba problemas, jugaba calladita y en solitario, no lloraba, ni siquiera recuerdo que lo hiciera por hambre o al caerse o lastimarse; desde pequeña tuvo un umbral muy alto al dolor. Seguramente –y así lo espero- ella no recuerda absolutamente nada de esto, no sabe cuántas veces fue testigo presencial de los “tocamientos” que me hacía mi tío, -y deseo de todo corazón- tampoco debe recordar que algún día, mientras intentaba dormirla, recostadas las dos en la cama de mis padres, ella de pronto dijo: “¿puedes hacerme lo que te hace mi tío?”

Escenas antes ya había preguntado alguna vez: “¿por qué le metes la mano allí?” –foto memorial- las manos de mi tío hurgando debajo de mi blusa y de mi sostén, apretujando mis pechos; y otra –miento, lo he olvidado. Sin embargo aún siento su mirada interrogante mientras yo la sostengo en brazos, él detrás de mí con una mano sintiendo mi seno derecho, con sus dientes mordiendo mis labios, y ella… mirando, dudando y, no sé, qué carajos estaba sintiendo.

De pronto está allí, acostada en la cama y ¿pidiendo? –Cuestionando, en realidad, intentando comprender- y yo…Yo tampoco lo entendía, sólo sabía qué se sentía y ella quería saber qué era eso, pero en cuanto lo hice, me alejé asustada, ¿de qué? De mí, de ella, de todo y me sorprendí diciendo: “no, esto no debe hacerse, sólo los grandes lo hacen”.

¿En serio? –En un diálogo interno- No, pero ¿qué es esto tan espantoso que siento dentro? ¿Por qué duele tanto?

Ella tenía sólo dos años, la pequeña más pura, más noble; hermana de un –en ese entonces-, monstruo en construcción, quien antes había sido tan pura y noble como ella. ¿Fue eso lo que dolió?


Única escena, aparece como en un lago el reflejo que viajó en el tiempo, mostrando, confundiendo en una misma figura víctima y victimario, donde Roberto (mi tío) desgarra mi cuerpo y de él emerge un cuerpo trastocado, volátil, fugaz; que envuelve el rostro de una niñita y poco a poco la mirada le cambia, la alegría desaparece y ahora mis ojos son sus ojos…sobre el lago, una pequeña niñita me mira de frente, se llevó mis ojos, mi cuerpo, mi alma…

martes, 14 de abril de 2015

Siempre es la misma mierda

Siempre es la misma mierda, un buscar aquí para encontrar allá, un querer no para tener sí, un silencio para escuchar un grito, un vacío…¡ah, ese sí es igual en todos lados! Hoy les quiero contar algo gracioso, risible por lo fácil que cae uno en ese chiste.

Hubo un tiempo en que, a mis once años, intenté terminar de tajo esa relación incestuosa que me torturaba día a día –o noche a noche, apuntalando el momento específico de la tortura dicha- hablé con él, le dije que ya no, que me había enterado porque papá lo había externado en una conversación, que los “amores” entre familiares estaban prohibidos, que no estaba bien, que ya no quería que siguiera pasando esto entre los dos. Luego él se mostró triste, su cara reflejaba un verdadero dolor, sus ojos me suplicaron, su boca dijo no por favor, no te vayas, no me dejes solo, dí que sí, que aún me quieres, que seguirás conmigo. Una lágrima coronó el acto.

-Está bien, sólo dame una noche más, regálame esta noche y mañana ya no volveré a tocarte, a besar esos labios chinitos, ni a mirarte…si quieres.

-ok.

Ingenua, como hasta entonces, fui esa noche a su cuarto, a las 12 y un cuarto de la madrugada, cuando toda la casona resplandecía en la oscuridad y sólo el silencio reinaba. Me recibió con un beso más apasionado que nunca, (ahora recuerdo que me gustaban sus besos), de inmediato siguió a mi cuello mientras respiraba con dificultad, yo…simplemente lo dejaba hacer, no sabía que intentaba, fuera de lo de siempre, esperaba únicamente el momento en que me pidiera que mi lengua lamiera y mi boca chupara como si fuera una paleta su pene. No fue así como ocurrió.

Mientras seguía besándome, hablaba en susurros, frases entrecortadas por su acelerada respiración: “te mostraré, te haré sentir tanto que no querrás irte nunca, pero si al final quieres, yo lo acepto, acepto que me dejes, pero mira, mira…”

Llevándome una mano a su rostro me mostró cómo lloraba por mí, sentí entonces que era una injusta, que él sufría y me amaba tanto, ¿cómo podía atreverme a querer dejarlo? Luego siguió tocándome, suplicando también, besó mis pechos un buen rato, jugó con mis pezones, los mordisqueo, bajó despacio con su lengua sobre mi vientre, pasó al pubis y de luego abrió mis piernas despacio, su lengua tibia, húmeda y suave se detuvo un rato a jugar con mi vulva, su aliento calentaba mi sexo y su saliva lo mojaba todo.

Luego me penetró, despacio, no como siempre que me lastimaba con su brusquedad, pero esta vez no se detuvo cuando estaba a punto de eyacular…su éxtasis fue precisamente ese, sentí que su pene se sacudía dentro con pequeños espasmos, luego una sustancia caliente me llenaba por dentro. Al día siguiente cumplió su promesa, no me buscó, no me habló, no coqueteo conmigo, pero al mes, tuve que buscarlo yo.


domingo, 1 de marzo de 2015

Un día a la vez


Sé que todavía estoy rota, lo constato cada vez que  vuelvo a caer, en mi lista llevo ya varios hombres y mujeres…camino sobre el espiral una y otra vez sin cesar. Algunos pensaran que lo disfruto, es verdad, pero sólo por un corto tiempo, en realidad, la mayor parte de mi día a día estoy intentando controlarme, tengo periodos de abstinencia total, incluso de  mí misma, pero luego regresa el fuego que lo mata todo, me arde la piel y a veces…vuelvo a caer.

¿El último? El último no fue. Me refiero a que esto no acaba, pero te hablaré de un par, ambos se parecen mucho, los diferencia el color de la piel y el grado de cinismo: el moreno es seductor, por lo tanto un mentiroso bien dado; en cambio al blanco le gusta coger, un coleccionista que sólo aceptaría mentirse a sí mismo, pero si de sexo se trata es claro y directo.

Ambos son un pito para mí, sólo que uno genera más problemas que el otro, y más o menos en la misma proporción, uno da más placer que el otro, aunque sigo preguntándome quien gana. Raúl, es un tipo feo, moreno, gran besador, egoísta o quizá no tanto, seductor en magnitudes catastróficas y tal vez por ello, el más peligroso hoy en día para mi debilidad, llevo casi seis meses sin verlo, a costa de mucho sacrificio, dolor físico y emocional, soledad más un exceso de trabajo para mantener mi mente ocupada. Esta abstinencia de él fue lo que me condujo a Pablo.

Pablo es lo que yo defino “un buen chico”, un típico buscador de sexo casual entre “círculos seguros”, es decir, entre amigas y conocidas. No, yo no lo busqué, aunque he de confesar que desde hace un par de años atrás que lo imaginaba sin ropa, así que cuando de pronto una noche me buscó en el chat, me fue sencillo “morder el anzuelo”. Es algo que he aprendido a hacer, hay quien disfruta ser el cazador, hay quien disfruta ser el asediado, yo simplemente soy perversa, quien esté del otro lado no importa mucho, en cambio, sí el juego que proponga.

La historia la termino escribiendo yo, me dí cuenta hace mucho tiempo. Cuando Moisés, creyó estar seduciendo a una quinceañera virgen, mi papel de niña ingenua se hubiera acabado pronto si él se hubiese atrevido a tocar debajo de mis panties, pues mi humedad vaginal no mentía entonces, ni ahora.

Pablo gustaba de sentirse excitado con relatos de fantasías eróticas, con intercambios fotográficos y contactos vía web, a mí me excitaba saber lo que mis historias lograban, el imaginarlo caliente y masturbándose con mis fotos o mis líneas; hasta el día en que nos vimos frente a frente, mis fantasías masturbatorias lo incluyeron cada noche.

Los encuentros reales tienen la desventaja (cuando proceden a una serie de intercambios fantasiosos), de ser siempre a blanco y negro, la pasión, el fuego, la verdadera entrega sexual se queda en la imaginación, lo demás es sólo un cosquilleo en la entrepierna que dura unos cuantos segundos. Pero yo estoy rota, ya lo dije, así que una noche cualquiera quise sentir con mis manos y mi boca lo que cada noche en mi imaginación estaba, le pedí que nos encontráramos, ya tenía los condones, el lugar y las ganas, él dijo sí.

Por alguna extraña razón, cuando llegó el momento, me sentí nerviosa, no excitada como es normal, sino nerviosa, absurda y tontamente temerosa del encuentro. De pronto no supe qué hace ni qué decir, las palabras y la imaginación toda, me había abandonado…así que, risiblemente, después de diez años, volví a ser una pequeña nena a la que le dicen si debe abrir las piernas, chupar un pito mirando a los ojos, sentarme, acostarme, girarme…no hubo besos, tampoco caricias en sí, genitalidad pura, un orgasmo (unilateral) y ni la promesa de repetirlo, algunos creen que a la segunda sale mejor, yo simplemente sé que el hombre sin pantalones que tenía en frente, no era el mismo con el que fantasee cada noche durante meses, se parecía mucho a las fotos recibidas en mi celular pero le faltaba el misterio, la añoranza de la lejanía, el deseo que nace del no tener…estaba allí, frente a mí, y yo, no supe que hacer con ello, así que lo cosifiqué.

¿Por qué no podía, como siempre, actuar la historia, crear el personaje y el escenario preciso? ¿Por qué este Pablo llegaba con su actitud nerviosa, a matar mi fantasía sexual, en donde yo tenía que ser la tierna y temerosa mujer seducida? ¿Por qué no me besó los labios con fuerza, me arrancó la blusa y me penetró sin estar lista? En vez de eso se sentó en la sala, pasó directo a mi seno izquierdo y en un santiamén, ya estábamos actuando los quince minutos de video porno casero.

¿Qué me quedó? Nada, un deseo multiplicado a la décima potencia de encontrar a Raúl, mi antídoto resulto ser veneno potenciador. Quise aplacar la sed que provocaba mi abstinencia en un encuentro casual. Resultó ser la cascada de una serie de eventos no deseados, encuentros que cada vez me llenaban menos, que me provocaban asco, que me recordaban lo vil que era como persona, y que mi vicio necesitaba dosis mayores cada día.


No obstante algo bueno me ha dejado, sigo sin ver a Raúl, y de pronto tuve la fuerza para “cortar” –llevo tres meses y contando- todas mis “relaciones sexuales” de tajo; y hasta hace dos semanas no había tenido que recurrir tampoco a la masturbación. Sin embargo estoy rota, y mi voluntad se debilita, llevo dos semanas masturbándome compulsivamente…