domingo, 1 de marzo de 2015

Un día a la vez


Sé que todavía estoy rota, lo constato cada vez que  vuelvo a caer, en mi lista llevo ya varios hombres y mujeres…camino sobre el espiral una y otra vez sin cesar. Algunos pensaran que lo disfruto, es verdad, pero sólo por un corto tiempo, en realidad, la mayor parte de mi día a día estoy intentando controlarme, tengo periodos de abstinencia total, incluso de  mí misma, pero luego regresa el fuego que lo mata todo, me arde la piel y a veces…vuelvo a caer.

¿El último? El último no fue. Me refiero a que esto no acaba, pero te hablaré de un par, ambos se parecen mucho, los diferencia el color de la piel y el grado de cinismo: el moreno es seductor, por lo tanto un mentiroso bien dado; en cambio al blanco le gusta coger, un coleccionista que sólo aceptaría mentirse a sí mismo, pero si de sexo se trata es claro y directo.

Ambos son un pito para mí, sólo que uno genera más problemas que el otro, y más o menos en la misma proporción, uno da más placer que el otro, aunque sigo preguntándome quien gana. Raúl, es un tipo feo, moreno, gran besador, egoísta o quizá no tanto, seductor en magnitudes catastróficas y tal vez por ello, el más peligroso hoy en día para mi debilidad, llevo casi seis meses sin verlo, a costa de mucho sacrificio, dolor físico y emocional, soledad más un exceso de trabajo para mantener mi mente ocupada. Esta abstinencia de él fue lo que me condujo a Pablo.

Pablo es lo que yo defino “un buen chico”, un típico buscador de sexo casual entre “círculos seguros”, es decir, entre amigas y conocidas. No, yo no lo busqué, aunque he de confesar que desde hace un par de años atrás que lo imaginaba sin ropa, así que cuando de pronto una noche me buscó en el chat, me fue sencillo “morder el anzuelo”. Es algo que he aprendido a hacer, hay quien disfruta ser el cazador, hay quien disfruta ser el asediado, yo simplemente soy perversa, quien esté del otro lado no importa mucho, en cambio, sí el juego que proponga.

La historia la termino escribiendo yo, me dí cuenta hace mucho tiempo. Cuando Moisés, creyó estar seduciendo a una quinceañera virgen, mi papel de niña ingenua se hubiera acabado pronto si él se hubiese atrevido a tocar debajo de mis panties, pues mi humedad vaginal no mentía entonces, ni ahora.

Pablo gustaba de sentirse excitado con relatos de fantasías eróticas, con intercambios fotográficos y contactos vía web, a mí me excitaba saber lo que mis historias lograban, el imaginarlo caliente y masturbándose con mis fotos o mis líneas; hasta el día en que nos vimos frente a frente, mis fantasías masturbatorias lo incluyeron cada noche.

Los encuentros reales tienen la desventaja (cuando proceden a una serie de intercambios fantasiosos), de ser siempre a blanco y negro, la pasión, el fuego, la verdadera entrega sexual se queda en la imaginación, lo demás es sólo un cosquilleo en la entrepierna que dura unos cuantos segundos. Pero yo estoy rota, ya lo dije, así que una noche cualquiera quise sentir con mis manos y mi boca lo que cada noche en mi imaginación estaba, le pedí que nos encontráramos, ya tenía los condones, el lugar y las ganas, él dijo sí.

Por alguna extraña razón, cuando llegó el momento, me sentí nerviosa, no excitada como es normal, sino nerviosa, absurda y tontamente temerosa del encuentro. De pronto no supe qué hace ni qué decir, las palabras y la imaginación toda, me había abandonado…así que, risiblemente, después de diez años, volví a ser una pequeña nena a la que le dicen si debe abrir las piernas, chupar un pito mirando a los ojos, sentarme, acostarme, girarme…no hubo besos, tampoco caricias en sí, genitalidad pura, un orgasmo (unilateral) y ni la promesa de repetirlo, algunos creen que a la segunda sale mejor, yo simplemente sé que el hombre sin pantalones que tenía en frente, no era el mismo con el que fantasee cada noche durante meses, se parecía mucho a las fotos recibidas en mi celular pero le faltaba el misterio, la añoranza de la lejanía, el deseo que nace del no tener…estaba allí, frente a mí, y yo, no supe que hacer con ello, así que lo cosifiqué.

¿Por qué no podía, como siempre, actuar la historia, crear el personaje y el escenario preciso? ¿Por qué este Pablo llegaba con su actitud nerviosa, a matar mi fantasía sexual, en donde yo tenía que ser la tierna y temerosa mujer seducida? ¿Por qué no me besó los labios con fuerza, me arrancó la blusa y me penetró sin estar lista? En vez de eso se sentó en la sala, pasó directo a mi seno izquierdo y en un santiamén, ya estábamos actuando los quince minutos de video porno casero.

¿Qué me quedó? Nada, un deseo multiplicado a la décima potencia de encontrar a Raúl, mi antídoto resulto ser veneno potenciador. Quise aplacar la sed que provocaba mi abstinencia en un encuentro casual. Resultó ser la cascada de una serie de eventos no deseados, encuentros que cada vez me llenaban menos, que me provocaban asco, que me recordaban lo vil que era como persona, y que mi vicio necesitaba dosis mayores cada día.


No obstante algo bueno me ha dejado, sigo sin ver a Raúl, y de pronto tuve la fuerza para “cortar” –llevo tres meses y contando- todas mis “relaciones sexuales” de tajo; y hasta hace dos semanas no había tenido que recurrir tampoco a la masturbación. Sin embargo estoy rota, y mi voluntad se debilita, llevo dos semanas masturbándome compulsivamente…


No hay comentarios:

Publicar un comentario