martes, 10 de diciembre de 2013

Tercer encuentro



En una ocasión antes de ir a la escuela me encontró en la cocina terminando de comer. Cuando había alguien presente le gustaba recargarse en la pared y abrazarme por la espalda, de esta manera yo podía tener los brazos detrás de la espalda acariciando suavemente su pene sin que se dieran cuenta del todo. Esa tarde había alguien más presente y yo acariciaba su pene mientras simulábamos sólo estar recargados uno sobre el otro, pero luego sentí como un calambre, así pensé en ese momento, un calorcito que recorría mi pubis hacia abajo y sin pensarlo tomé sus manos dirigiéndolas hacia mi vientre y hacia abajo. De inmediato las retiro y me dijo en el oído: “No”. Yo me asusté y me retiré. La otra persona ni siquiera se dio cuenta.

Ya en la escuela estaba de moda el chismógrafo. Un cuaderno que alguno de los del grupo elaboraba con una pregunta por hoja y la iba pasando a cada compañero para que respondiera las preguntas, escribir el propio nombre era opcional y sólo los más atrevidos lo hacían. Llevaba ya varios días circulando entre los del grupo, como yo pertenecía al grupito de amigas que había escrito el chismógrafo no me tocaría responder hasta casi el final, así nosotras podíamos enterarnos de lo que todos respondían y ellos no leerían nuestras respuestas. Recuerdo que en sí sólo queríamos espiar a los demás.

Muchas preguntas fueron idea mía, otras más fueron de Verónica, una chica muy guapa, la mayor del grupo, yo tenía alrededor de 9 años y ella tenía 12 años. Era hermana de una chica llamada Ana, casi no se parecían, Verónica era atractiva, de piel blanca, cuerpo de mujer muy bien marcadas sus curvas y delgada, además de alta; la hermana en cambio no era tan agraciada, incluso sus modos eran más rudos y un tanto corriente. Verónica sabía darse su lugar. Ella siempre estaba fascinada con mi cuerpo, mi cintura y mis pechos eran su adoración y a mí me provocaba esa misma fascinación la manera en que podía hacer desaparecer cualquier mínimo rastro de existencia de pechos en ella.

El chismógrafo fue iniciado por ella y terminado por mí. Así que las primeras preguntas eran simples, nombre, edad, si se tenía novio o novia, desde que edad, que era lo más atrevido que habían hecho hasta ahora, si habían fajado…luego venían las mías, preguntaba que partes del cuerpo del otro habían explorado, cómo eran sus besos, si habían hecho el amor (aunque no supiera bien que era eso de hacer el amor), entre otras que no recuerdo.

Cuando el cuaderno regresó esa tarde a nuestras manos, empezamos a leer las respuestas y a platicar de qué significaba hacer el amor, Verónica dijo que era cuando una se hacía mujer pero no quiso explicar nada más. A mí se me grabo esa frase el resto del día.

Al llegar a casa (como siempre sólo estaba mi abuela en la entrada) entré sin avisar que había llegado, el resto de la casa estaba a oscuras así que caminaba despacio para no tropezar, al cruzar el pasillo él salió de su cuarto provocándome un sobresalto, se río y me introdujo a su cuarto. ¿Te asusté? –decía mientras me abrazaba fuerte. Sí, me asustaste mucho tío, ¿puedes explicarme algo? ¿Qué significa la frase hacerse mujer?

Abruptamente me soltó, se sentó en la cama y me colocó de pie en medio de sus piernas. -¿Por qué lo preguntas, dónde lo escuchaste o quién te lo dijo? –Nadie, sólo fueron pláticas en la escuela. -¿Y qué más escuchaste? –Que hacer el amor significa hacerse mujer, pero no entiendo que significa hacerse mujer y entonces no sé qué es hacer el amor. Hubo un silencio prolongado. Acercó su cabeza a mi vientre y me abrazó las caderas, casi murmurando dijo: “yo puedo mostrarte, ¿quieres que te enseñe cómo hacerte mujer?” –nnnoo sé. –Tranquila, no te voy a lastimar sólo quiero sentirte un poco.

…me es difícil evocar este recuerdo. Su cuarto estaba completamente oscuro, no obstante un rayo de luna se filtraba por la ventana que estaba justo frente a la cama. El empezó a acariciar mis nalgas. Yo me quedé muda. Repetía constantemente que no me haría daño. Levantó mi blusa y se detuvo a besar mis labios, luego se puso de pie y se desnudo por completo. Yo no podía ver su cuerpo debido a la oscuridad. Me sentó en la cama y colocó ambas manos mías sobre su pene, yo no sabía qué hacer, estaba muda pero también tiesa, así que él movió mis manos sobre su miembro hacia arriba y hacia debajo de forma firme y regular.

Luego me bajo el pans. En ese momento le dije que tenía miedo y quería irme. Insistió en que no me haría daño, que solo quería sentirme un poco. Bajó mis pantaletas, abrió mis piernas y sentí el dolor más desgarrador que he vivido hasta el día de hoy (físicamente), al mismo tiempo apretó mi boca con su mano para que no se escuchara mi grito. Mientras más se movía, más dolor sentía acompañado de un calor quemante, ardía y no podía más que llorar desesperadamente.

Debí quedar inconsciente un rato, porque cuando desperté estaba recostada sobre la cama con mis pantaletas y mis pans en su sitio, mi tío a un lado desnudo y sentado sobre el borde de la cama, al ver que intentaba incorporarme sin lograrlo me extendió los brazos y casi en silencio preguntó si podía sentarme, aun sollozando le dije que sí pero me dolía mucho estar sentada.

-Hazlo despacio, el dolor se te pasará pronto. Ya eres una mujer. Y salió del cuarto. Yo me quedé llorando y al poco rato salí del cuarto caminando lento, pues el dolor entre mis piernas era intenso. Efectivamente algo había cambiado en mí, pero dudaba mucho que ese dolor significara que ahora era una mujer. ¿Acaso no lo había sido desde que nací?



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