domingo, 10 de julio de 2011

Primer encuentro


Platicábamos seguido. Su espacio de trabajo estaba dentro de la casa, frente al cuarto donde yo dormía. En realidad, mi cuarto también era cocina y estaba comunicado al cuarto de mi papá. Dos cuartos en el patio trasero de la casona de la abuela, eso era "nuestro hogar", mi padre y yo. Los fines de semana, nuestro hogar mudaba a la ciudad de Querétaro, al lado de mamá y mis hermanas. Pero eso no importa ahora.

 
Mis días eran solitarios y casi siempre mi única compañía era mi tío, sentado en su banco de trabajo en el local frente a mi cuarto platicaba conmigo mientras yo hacía la limpieza de los cuartos, luego por las tardes al salir de la escuela yo lo acompañaba a terminar sus últimos trabajos, entonces me hacía reír y me contaba historias de cuando vivió en EUA.

 
Me gustaba estar con él, me sentía feliz. Sin embargo una semana más tarde de haber iniciado mi ciclo menstrual, las cosas fueron cambiando. Los abrazos de su parte fueron cada vez más frecuentes, más seguido me pedía que lo acompañara a arreglar su taller cuando sus trabajadores se habían marchado y aunque me gustaba estar con él, en esos momentos a solas comenzaba a ponerme nerviosa.

 
Pasaron cosas "raras". Cada vez que me abrazaba su cuerpo emanaba un calor distinto y le gustaba estar así algunos minutos, luego comenzó a poner mis manos en su pecho para que yo sintiera cómo su corazón se aceleraba al estar conmigo. No entendía lo que pasaba, sólo podía intuir que algo había cambiado.

 
En algún momento pasó de poner mis manos en su pecho a pedir que le mostrara que blusa llevaba puesta. Me parecía un juego algo tonto, ¿a quién le importaba una blusa? Ahora entiendo que no era la blusa, sólo quería ver cuánto habían crecido mis pechos y ya entonces era una copa B talla 32 ó 34, sí, así es, no parecía una niña de 9 años sino una adolescente quinceañera.

 
Fue el fin de semana cuando por primera vez sentí miedo de estar a solas con él. Era de noche, papá y mamá habían salido a su paseo habitual de cada fin de semana, mis hermanas en los cuartos y como siempre yo había peleado con ellas, así que me fui enojada al patio dando un portazo al salir, justo en eso mi tío salía de su propio cuarto, él único que estaba en el pasillo que unía el patio principal de la casa con el patio trasero. Me quedé paralizada justo en el umbral del pasillo.

 
-¿Qué tienes? Tus hermanas de nuevo, verdad.
-Sí. ¿A dónde vas? Te has puesto mucho perfume
-¿No quieres que me vaya?
-No sé. Qué importa.
-Ven…

 
Tomándome del brazo caminamos hacia el cuarto que seguía a los nuestros. Era el cuarto más grande de la casa, en él cabían tres camas matrimoniales y sobraba espacio. Estaba completamente oscuro. Al entrar sentí miedo. –No quiero estar aquí –dije con la voz temblando, pero él ya me tenía donde quería, de espaldas a la pared, con mis manos en su pecho para que pudiera sentir su corazón acelerado y su mano en mi boca pidiéndome que me callara.

 
Sus manos comenzaron a tocar mis pechos a través de la blusa. Temblaba de miedo pero me había paralizado y sólo podía llorar en silencio cada vez que él decía que me callara. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué hacía eso? Cada vez que intentaba decir algo él me atemorizaba al decirme que si decía algo a alguien mis padres me castigarían porque era mala, al parecer yo le creí.

 
No pasó nada más allá de un toqueteo. Fue la primera vez que tuve un pene entre mis manos. También fue la primera vez que un hombre toco mis pechos y jugueteó con su lengua en mis pezones. No pasó nada más porque cuando sus manos iban rumbo al sur sobre mis pants se escucharon pasos en el patio: mis padres…

 
-Sal y no digas nada, recuerda que si lo haces tú eras la que vas a ser castigada, tu papá se enojará mucho.

 
Ese era mi temor, mi padre, sin embargo al salir me topé de frente con mamá y al ver mis ojos rojos y llorosos me preguntó qué tenía, nada –fue mi respuesta. ¿Quién más estaba allí dentro? –mi tío. Se me quedó mirando a los ojos durante algunos segundos, me abrazó y me dijo que no me preocupara que todo estaría bien, luego agregó: si tu papá pregunta por qué estuviste llorando di que te dolía la cabeza. Luego me mandó a los cuartos con mis hermanas y ella entró en ese cuarto. Me sentí aliviada, en verdad confiaba en sus palabras, creí de todo corazón que todo estaría bien.

 

 

1 comentario:

  1. Confiar en las personas es, a veces, un error tan grande y recurrente, lo sé, lo entiendo...

    Abrazos!!!

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